El reino de la Monastrell, por Enrique Albujer Sánchez
La Monastrell es una variedad de vid tinta, ubicada entre los siglos XII-XV al NE de la Comunidad Valenciana. Fue implantándose en el tiempo a lo ancho de dicha Comunidad por las comarcas centrales descartándose para el cultivo en la mayoría ellas, hasta afincarse donde confluyen los límites de ésta con la de Murcia y la de Castilla la Mancha. Entró a formar parte del grupo de variedades de vid tintas, Forcallá, Garnacha Tintorera, Garnacha Tinta, Moravia, que por sus reductos encontrados se puede considerar eran cultivadas. Ocupó los suelos de los montes bajos roturados, cascajosos y de escasa fertilidad, en el Alto y parte del Medio Vinalopó de la provincia de Alicante, los Altiplanos de la provincia de Murcia, y el Sureste de la provincia de Albacete. Se adaptó por su rusticidad desplazando en el cultivo a las otras variedades, por las cualidades de sus uvas y los vinos resultantes, manteniéndose como única variedad tinta cultivada hasta principios de la segunda mitad del siglo XX.
Se trata de una variedad rústica con un sistema radicular potente y extenso, de brotación tardía, porte erguido, con racimos apretados por su alto índice de flores cuajadas, maduración lenta y tardía, muy sensible a las enfermedades causadas por los hongos que afectan a los racimos y a la madera de las plantas.
El ecosistema, conjunto del que forma parte la variedad Monastrell, se encuentra a una altitud entre los 600 y 900 metros sobre el nivel del mar. Con una pluviometría media anual de 338 mm, de los cuales el 22% son lluvias acumuladas de menos de 5 mm, el 13% entre 5 y 10 mm., y tormentas torrenciales puntuales con lluvias entre 90 y 160 mm. Se registran temperaturas superiores a los 40ºC en los meses de Junio, Julio y Agosto, e inferiores de 0ºC hasta -7ºC durante los meses de Noviembre a Marzo (datos extraídos del periodo 1972-2010, registrados en una estación de la AEMET en el Alto Vinalopó).
El suelo cobra mayor importancia a partir de la invasión de la plaga de Filoxera. Los daños producidos en el sistema radicular, obliga a tener que ser sustituido por el de otras variedades americanas como portainjertos más exigentes en suelos, reduciendo cualidades productivas de la Monastrell. La introducción de portainjertos para luchar contra la Filoxera, paralelamente a la mecanización de la agricultura y la aplicación de nuevas tecnologías, marcan un antes y un después de la vitivinicultura en la Zona Vitícola de referencia.
El periodo pretérito estaba marcado por la práctica de una Viticultura Ecológica en su concepto real, donde la “Maestría” en la elaboración de los vinos no estaba generalizada. Se obtenían productos de calidad muy demandados, vinos que fueron conocidos y referentes publicitarios dentro y fuera de nuestras fronteras, tanto para su consumo como monovarietales, como de coupage para corregir deficiencias de otras variedades, gozaban los gustos de un determinado grupo de consumidores, y cubrían un segmento importante de mercado. La Monastrell en general estaba implantada en un hábitat adecuado, y las producciones se correspondían tanto en cantidad como en calidad con su potencial vegetativo exponente del ecosistema.
En el periodo posterior hasta la actualidad reciente prevalece el cultivo de la variedad Monastrell. Su viticultura se va transformando en la práctica con la mecanización y las nuevas tecnologías (nuevos portainjertos, abonados,..). En las grandes bodegas se establece el kilogrado como única medida de valoración de las uvas. Ello motiva el inicio de un cambio en el concepto de producción, y se implanta en hábitats inadecuados, contribuyendo a un alejamiento de las producciones y cualidades de la uva para la elaboración de vinos de calidad. Se reduce la demanda por los consumidores y el mercado cae en la misma proporción. Durante este periodo la enología evoluciona con la aplicación de las nuevas tecnologías, se descubren otras posibilidades de las uvas con unas determinadas características para la elaboración de vinos, se amplía el conocimiento sobre los mismos a la vez que se va transmitiendo a los consumidores. Dejando patente que la uva es la materia prima del vino, y de sus cualidades dependen en gran medida las cualidades del mismo.
Se crea un espacio de confusión en parte del sector de la vitivinicultura de la Zona, paralelo a una devaluación de los vinos de la variedad Monastrell. Se ensalzan otras variedades de vid que producen vinos de prestigio en otras Zonas Vitícolas con ecosistemas diferentes, y se introducen como alternativa a dicha variedad, reduciendo su superficie de cultivo.
La historia del cultivo de la variedad Monastrell y de sus vinos, es la credencial que nos muestra las posibilidades que tiene de proporcionar en la Zona, vinos genuinos y de calidad reconocida. Desde mi experiencia profesional, entiendo que existe un espacio discordante, en el cual se aplican técnicas y se aprovechan suelos que no contribuyen a extraer de dicha variedad su potencial de cualidades y aprovechamiento del medio. Ante la carencia del sistema radicular propio y pérdida de su rusticidad, los suelos deben ser los adecuados a sus portainjertos, y las técnicas aplicadas a las exigencias de la planta en su conjunto, para extraerle producciones de acuerdo a su potencial de calidad.
Observo que los suelos tienen que ser preferentemente profundos y cascajosos con buen drenaje, a los arcillosos, y los de capa freática alta húmedos y propensos al encharcamiento. Las parcelas con una orografía que facilite la aireación de las plantas y proporcione un microclima cálido. Al ser posible con dotación de agua de riego para reducir los efectos de los desequilibrios hídricos sobre las plantas.
En plantación los barbados se deben situar a una determinada profundidad, para que el sistema radicular compense en cierta medida los desequilibrios de humedad producidos durante los periodos áridos. En un medio árido como el que caracteriza la Zona, las plantas no se deben limitar entre sí el volumen de suelo a explorar por su sistema radicular, por ello no se debería superar la densidad de 2000 plantas hectárea.
Con la formación y poda de las plantas, hay que perseguir una mayor longevidad de las cepas, facilitando el recorrido de la savia y procurando realizar los menos cortes de poda posibles, ya que son la puerta de entrada de los hongos de madera causantes de la muerte anticipada de las mismas.
Con la poda de producción se determina la carga de yemas por cepa, así como la masa foliar expuesta, limitada y en relación al marco de plantación, predeterminando la cantidad y calidad de los racimos.
El grado de control sobre una brotación equilibrada de las yemas calculadas de carga, difiere según la poda sea corta o larga. Dicho control es mayor realizando la poda corta de pulgares a una o dos yemas vistas, y número de pulgares en función de los objetivos de cantidad y calidad marcados. Realizando la poda larga con pulgares y varas, las yemas intermedias de las varas tienden a no brotar, y si lo hacen las brotaciones son muy débiles por los efectos de la acrotonia, característica de la Monastrell.
La actividad vitivinícola genera productos agroalimentarios, y está condicionada a una serie de normas legales de obligado cumplimiento. Dichas normas se dictan y provienen desde distintos estamentos, Comunidad Europea, Nacionales, Regionales, Denominaciones de Origen. Enmarcan los sistemas y métodos de producción y elaboración de los productos, y van dirigidas a garantizar la inocuidad y calidad de los mismos para el consumo humano, y a la gestión de las buenas prácticas en el proceso de su obtención, evitando la contaminación y respetando el medio ambiente y la biodiversidad, con un desarrollo sostenible. Tiene como componente principal el económico, no obstante tiene otro afectivo que infunde a la mayoría de los profesionales la pasión por el cultivo de la vid, y la elaboración de sus productos, sentimiento muy importante en el ejercicio de dichas actividades, que determina el grado de maestría aplicado.
Enrique Albujer Sánchez
Alicante Junio 2015