Reencuentro con un bodega histórica.

Reencuentro con un bodega histórica.

Hace unos meses, en el Polígono Industrial de San Vicente, frente a la Universidad de Alicante, se producía un incendio que afectaba al restaurante “La Porta”, una de las esquinas más reconocibles de esa carretera.

Afortunadamente, el fuego no fue todo destructor, sino que permitió descubrir un edificio cuya esencia había estado tapada  por el tiempo y por añadidos de diferentes épocas y estilos. Digamos que el fuego purificó el espacio para devolvérnoslo mejorado, tal y como muchas veces se dice en el caso de las Hogueras de San Joan.

Este hecho que nos permite aquí contar un acontecimiento excepcional dentro de nuestra historia y que no pasa por ser, simplemente, la apertura de otro restaurante en la ciudad (un hecho que, por circunstancias, ya no es casi noticia). En este caso, estamos felices de habernos reencontrado con una bodega histórica de Alicante, muy poco conocida y que vuelve a iluminar capítulos de nuestro pasado más reciente.

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El fuego- volviendo pues al devenir de los acontecimientos- revela unos sólidos muros de mampostería, las carpinterías originales, pilares de madera de gran porte y en las paredes se descubren algunos valores que habían estado tapados por reformas y añadidos. Es un edificio de gran porte y volumen con una estructura de cerchas de hierro del siglo pasado.

Los vecinos de la empresa Alavés, se interesan por el mismo, y en un momento absolutamente mágico y chispeante, deciden recuperar el edificio y darle su antiguo esplendor añadiendo las comodidades y servicios para convertirlo en un moderno restaurante. Cuenta para ello con la ayuda de Rocamora Arquitectos, un prometedor equipo. Todos además buscan por diferentes archivos y anteriores propietarios del edificio para documentarse. Por suerte encuentran muy buenos materiales.

Se encuentran ante una bodega cuya construcción original debe ser anterior a 1878. Fue construida seguramente para almacenar y terminar de elaborar vinos que procedían del entorno de Alicante y el Vinalopó y que encontraron en San Vicente un punto de conexión clave entre el puerto de la capital y el resto de las zonas. Se calcula que el complejo podría tener inicialmente más de 3.000 metros cuadrados y disponía de un cuerpo principal, simétrico, una gran nave central de más de 12 metros de altura y un núcleo central que servía de oficinas y recepción, y que se construyó a modo de pórtico con frontón hacia la actual calle Alicante, con dos alturas y balconada exterior, de la que se conserva su pórtico y pilares originales. También disponía de una importante parcela con patios, para almacenaje y descarga de carros y naves anexas. Las fotos revelan una importante construcción. Todo vallado y con el título de “St Augusto” nombre original quizás de la finca o entorno donde se construyó.

En las fotos de las naves interiores se pueden ver más de 20 conos de gran volumen,  de  cerca de 45.000 litros por lo que esta bodega sobre pasaría el millón de litros en su interior, algo sobresaliente en la ciudad y poco habitual, teniendo en cuenta que la producción en la ciudad de Alicante siempre ha sido de bodega pequeñas y familiares (tipo huerta, etc). También está llena de “toneles tipo alicantino” con volúmenes de unos 540 litros y “pipas” (de más de 600 litros).

Han ido pasando de mano en mano por los diferentes propietarios de la finca, unas fotografías originales de la bodega antigua que ha servido de base para investigar los orígenes del complejo  y  localizar la huella del primer empresario que fundó la bodega. Finalmente, se ha completado la investigación hasta localizar a sus actuales familiares en Francia, donde residen y son originarios al igual que su antepasado. El primer empresario que fundó la bodega es en este caso, Casimir Moullé, al igual que hicieron otros empresarios compatriotas suyos que llegaron a Alicante entre la segunda mitad del XIX y principios del XX para dedicarse a negocios relacionados con el vino como los Fresneau, los Dupuy, los Bardín, los Gaubert y la descendencia de los Maisonave.

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En 1885 Casimir Moullé, en representación de la casa Moullé et Jeune, con sede en Burdeos, a través de un testaferro de origen catalán, Luis Penalva, dispone de bodegas propias en Castellón, Benicarló, Grau de Valencia, Criptana, Haro, Villena (donde adquiere casi 1.000 ha. de tierra) y una última, próximas al puerto de Alicante, que es la finca fabril y bodega St Augusto, el edifico de referencia de este artículo.

Casimir Moullé formaría parte del grupo de burgueses franceses, ingleses e italianos afincados en Alicante, para tal comercio, que dieron nuevos aires a la ciudad e impulsaron numerosas construcciones que hoy forman parte de la sociedad y cultura.

El restaurante creado hoy en día, ha querido darle protagonismo al apellido del fundador (en una nueva vuelta a los orígenes de la edificación) y recupera la esencia de todas aquellas partes que se han conservado del edifico original.

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Con el paso del tiempo la bodega y sobre todo, su entorno, se fueron transformando a lo que hoy consideramos que es un polígono industrial moderno pero, como nos confirma este hallazgo- la carretera de Novelda o salida a San Vicente siempre fue una importante entrada a la ciudad y a su puerto, uno de los más importantes de finales del siglo XIX en la costa mediterránea.

El complejo industrial y la nave fueron troceadas, y se perdió tanto los patios, como su ala oeste. Hoy quedan la parte sur y el voladizo y frontón o parte más noble del edificio, y esta reforma ha sacado a relucir la misma.

La empresa Alavés que ha ejecutado toda la obra y acondicionamiento junto con el  estudio Rocamora Diseño y Arquitectura han basado la intervención en recuperar la esencia sincera, la escala original y puesta en valor del volumen constructivo de la antigua bodega, y como leitmotiv, el proyecto ha trabajado a partir del pórtico de entrada, y sus pilares de roble originales, una trama de gran porte de escuadría de madera natural de 8×16 cm, que envuelve la intervención desde  el exterior hacia el interior con una empalizada que, desde el jardín que sirve de recepción al visitante  abraza la zona exterior, discurre como una trama natural introduciéndose en el edificio, formado techos, paredes y estancias.