18 Jun Yo soy dieta mediterránea
Hace unos días escuché a una persona decir que eso de la dieta mediterránea era un mito y que no existía. Y no era un joven. Ni una persona extranjera. Era de Alicante y de cierta posición.
A veces me parece que mucha gente intenta crear frases sonoras y grandes y marcarse un hito ideológico a la vez que dice estupideces.
Pero ¿cómo es posible, que digamos eso nosotros? ¿Dónde nos hemos criado? ¿Qué hemos comido en nuestras casas? ¿Qué nos han enseñado nuestras familias? ¿Qué vemos en nuestro entorno? ¿Es que no hemos salido de nuestro pueblo y no maltratamos lo que tenemos?
Pues ciertamente. No se explica si no desde al absoluto desconocimiento que se puedan decir cosas así; y que se repitan y transmitan.
¿Qué es lo que los alicantinos vemos cuando pasamos por las carreteras? Al lado nuestro, o al mirar por las ventanas… (Bueno, es verdad que a veces vemos demasiadas balaustradas, pero no es cierto que ellas mismas no nos dejen ver el horizonte).
Seguimos teniendo en Alicante un paisaje singular, agrícola y salvaje a la vez. Una combinación plenamente mediterránea que de tanta luz y tanta vitalidad a veces parece habernos solarizado el entendimiento.
No están lejos de la carretera de Madrid los viñedos de la uva de mesa; no están lejos de la A7 los campos de cítricos y de almendros. No podemos dejar de ver en carreteras secundarias, campos de enhiestas alcachofas si pasamos por la Vega Baja; o trigo, avena, limones, alfalfa; o cerezas y frutales si pasamos por Villena; o las “cubistas” plantaciones de nísperos por la Marina Baja o las de de tomate por Mutxamel; o campos de brócoli por Guardamar; o olivares por las sierras, al cruzar el Maigmó, o la inmensa riqueza del campo de Elche, entre palmerales y cultivos de todo tipo; hasta cáñamo ahora mismo recuperándose como un potencial cultivo.
¿Dónde tenemos nuestra vista? ¿No sabemos reconocer lo que tenemos y comemos? Es cierto que cada vez más se observa la desolación de muchas zonas –como advertía hace unos días Mamen Asensio de lo que ve al volver a La Marina Baja, su tierra; es la falta de agua y el abandono; pero esto todavía convive con el paisaje creativo del mediterráneo agrícola y eso es de donde hemos comido siempre y lo que nos da la riqueza cultural de nuestro territorio.
Es fácil ver las vides para vino en muchas comarcas; en el Vinalopó Medio están muy presentes y también en la Marina Alta. Pero vivimos de imágenes de postales de otras zonas y nos las creemos antes que lo que tenemos cerca. Se ha creado una realidad virtual y por ella estamos ciegos.
Dicen los nutricionistas que somos lo que comemos – y bebemos- y eso es una realidad incontestable que cada día cobra más sensibilidad en los organismos de salud y de promoción alimentaria. Y eso mismo es lo que el Consejo Regulador de los Vinos Alicante DOP quiere promover. Como un elemento común de la dieta mediterránea, queremos juntar toda la calidad de nuestra agricultura y nuestro patrimonio gastronómico para hacerlo vivir cada día, sin perder un ápice de su autenticidad. Por supuesto que enriqueciéndolo y regulándolo hacia todo aquello que sea inteligente y nutritivo; el propio sector del vino lo ha vivido en primera persona, pues no se bebe hoy como se hacia hace 30 años; no se hace de forma inconsciente, sino con moderación, buscando información de los productos, compartiéndolo con los demás, buscando la excelencia, la calidad de la presentación, la temperatura,… Y si el sector del vino es uno de los que más ha vivido el cambio en la actitud del consumidor, y por tanto el bodeguero se ha adaptado; también lo pueden hacer otros productos; y más aún lo podemos hacer todos juntos.
Eso es lo que reflejamos con el movimiento winecanting: los Vinos Alicante DOP como celebración de la dieta mediterránea, como la unión de todos los productos de verdad singulares, originales y de calidad; pero sobre todo la sensación de fiesta y de reconocimiento del consumidor. Miles de sensaciones que se transmiten con la comida y la bebida, y todo lo que representa en nuestra vida: las ganas de compartir, de disfrutar, de saborear lo bueno, de saber comer y beber, no ya como una mera necesidad del organismo, sino como una diferencia entre el animal y el hombre. Ser conscientes, pero disfrutar de hacerlo.
Quizás es algo difícil, porque es tan natural en nosotros, pero hay que saber reconocerlo; es lo que nos puede hacer diferentes como pueblo, como zona, como privilegiados de tener todo esto cerca y hacerlo nuestro; sin dependencias de lo de fuera, con la calidad de siempre, mirando el paisaje y las personas de nuestro alrededor, sintiéndolo cerca y dentro nuestro. Convirtiéndolo en una ventaja diferencial de marketing (poniéndonos fríos y técnicos).
Lo malo es que tiene que ponernos un anuncio donde nos muestren de forma artificial todo esto, donde lo intuyamos y lo reconozcamos; pero para vendernos pizzas congeladas, o yogures falsos. Así nos va… ¿O estamos a tiempo de cambiar algo?