27 Dic Una cata con mucho sentido
Cierto es que me cuesta muy poco decir que sí a cualquier propuesta que en ésta lleve la palabra vino. Pero en esta ocasión no me cupo ninguna duda, ya que tenía todos los alicientes para aceptar. En primer lugar fue mi amigo Antonio Lloréns del Diario Información el que me realizó la propuesta, segundo, que era mi compañero Chencho Reyes quien la organizaba, tercero, que la cata sería con la colaboración del CRDO Vinos de Alicante y por último, y lo que la hacía diferente e irrenunciable es que se iba a realizar con personas invidentes.
Dicha cata se celebró el pasado 24 de noviembre dentro de la Feria “Elche con todos los sentidos” y en un marco incomparable como era la plaza que hay entre la Basílica de Santa María y el Palacio de la Calahorra. Creo que los objetivos eran claros, por un lado acercar al gran público al mundo del vino, y por otro, desmitificar que los sumilleres son personas de otra galaxia, inaccesibles, con dones extrasensoriales, lo cual sin duda, hará que la gente se acerque sin miedos a este maravilloso mundo.
Nos reunimos allí un grupo variopinto de personas a catar y como os decía dos de ellos eran invidentes; Jonathan Armengol, crítico gastronómico y Diego Fernández experto venenciador jerezano. Junto a ellos y representando a la sumillería alicantina estaban Chencho Reyes, campeón de España de Sumilleres en el 2011, Juan Carlos Abraldes, sumiller de la Enoteca Vinícolas, Yolanda Titos, sumiller del Gourmet Experience del Corte Inglés y yo mismo. También compartían mesa de cata, Nuria Martí, docente de la UMH y Antonio Miguel Navarro, presidente del CRDO Vinos de Alicante.
Antes de sentarnos Jonathan sugirió que ellos estaban en inferioridad de condiciones y que debíamos ponernos un antifaz para igualar fuerzas. La idea nos pareció genial y así lo hicimos. Aunque los vinos era la excusa, no está de más hacer una reseña de ellos y las anécdotas que surgieron en alguna de las catas. En un próximo post os dejaré unos comentarios de cata de cada uno de ellos. Comenzó Chencho e hizo la introducción del primer vino, Monte Diva de Gutiérrez de la Vega. Habíamos quedado que cada uno de los sumilleres haríamos la introducción de un vino y luego procederíamos a su cata. Por tanto, le tocaba a Chencho hacerla … pero allí no hablaba nadie. Me preguntaba, ¿qué estará pasando?, os recuerdo que llevábamos puesto el antifaz. Aquellos segundos se me hicieron eternos hasta que Chencho dijo: “disculpad pero mi copa no huele a nada, aquí no hay vino”.
Carcajadas en el público asistente, le habían puesto agua en la copa.
Era el turno de Nuria y el rosado Cesilia de la Bodega Heretat de Cesilia. Cogí la copa, y cuando me la puse en la nariz no me olía a nada, la moví de manera reiterada y os puedo asegurar que su aroma me recordaba a zumo de algún fruto rojo. Sospeché que esta vez la víctima iba a ser yo y así lo dije: “ésto que tengo en la copa no es Cesilia, ni tampoco es vino”. Volvieron las carcajadas a la plaza, en este caso era un zumo de granada. Una vez restablecida la normalidad continuó Yolanda con el tinto El Sequé, yo tuve la responsabilidad de catar un producto local, la mistela de moscatel La Palma Blanca de Bodegas Faelo. Juan Carlos nos desveló los matices del tinto dulce de Pepe, Dolc de Bodegas Enrique Mendoza, y para acabar, como no podía ser de otra forma, un Fondillón 1987 de Salvador Poveda, presentado por el presidente del CRDO Antonio Miguel Navarro.
Después de casi hora y media de una amena y divertida cata, nos quitamos el antifaz y pudimos comprobar que había mucho público asistente y todo volvía a la normalidad. Y digo ésto porque tener la fortuna de poder ver no la valoras en su justa medida hasta que no pasas por un trance como éste. Cierto es que muchas veces cuando cato los vinos cierro los ojos para agudizar mis sentidos y así se lo suelo recomendar a mis alumnos, pero os puedo asegurar que una cosa es hacerlo unos segundos y otra muy diferente lo que hicimos aquel día. Todos coincidimos en que fue una experiencia inolvidable en muchos aspectos y que repetiríamos en otra ocasión, eso sí, en la próxima no sabremos los vinos a catar. Más difícil todavía.